Introducción y traducción al español de Manuel González Rincón
Para los hombres que tienen almas de bárbaros,
los ojos y los oídos son malos testigos.
HERÁCLITO
El poemario Amorgós de Nikos Gatsos (1911-1992), publicado en 1943 durante la ocupación alemana de Grecia, fue acertadamente calificado por Odysseas Elytis como una obra épico-lírica. Se trata de la única obra poética que Gatsos publicó, antes de dedicarse en exclusiva a la composición como letrista musical. Pese a la dificultad de su exégesis, cabe considerar que nos hallamos ante una apasionada exhortación a la defensa de la patria –muchacha durmiente e inmarcesible–, en la que el
poeta apela a los valores tradicionales que conformaron la valentía heroica del pueblo griego y que consiguió la gesta de la independencia de los turcos en 1821. Una fuerza atávica, la palikariá –agua pura oculta, piedra mágica, canción nunca oída, vigor que nace del paisaje patrio, de la cotidianidad vital y de la naturaleza última del individuo griego concienciado de su deber–, que ha de ser despertada nuevamente para librarse del invasor alemán. Y esta llamada se realiza en seis composiciones separadas, aunque concatenadas temáticamente, recurriendo a imágenes surrealistas que adquieren originalidad añadida al entretejerse con otras pertenecientes al acervo más puramente popular. Las referencias a las baladas populares –tanto a las históricas y a sus personajes heroicos, que configuran el imaginario neohelénico, como a los trenos fúnebres–, a las crónicas bizantinas y a la poesía de otros modernistas como Seferis, siguen la línea creativa de la Generación de los años 30, que intentaba helenizar los ismos llegados de Europa. Pero también aparecen, convenientemente engarzados con los populares, motivos griegos clásicos como recurso último de la helenidad. Con todo ello, el poeta despliega un canto desde el naufragio de la patria, simbolizando el sueño-muerte de los náufragos, hasta la llegada a Amorgós, símbolo de la resurrección, haciendo uso de la poética de la insularidad que su generación puso de moda. Pero la reivindicación no finaliza con la liberación de la patria de los nazis, sino que se extiende al deseo profético –del poeta-profeta– de creación de una sociedad griega enteramente nueva y regenerada, sin perder de vista sus raíces propias. A la vez, el poemario parece incluir una reivindicación del espíritu del surrealismo y, a través de sus menciones a Heráclito y a la Berbería como exponentes del lenguaje ocultista que comunica una nueva visión de la realidad, nos indicaría que nos encontramos ante una composición metapoética que propugna la nueva estética surreal, poniendo en valor la expresión de lo irracional, del subconsciente y del mundo de lo onírico como instrumentos creativos necesarios para la consecución de la sociedad visionada. Amorgós se convirtió en una obra de referencia del movimiento surrealista y de la nueva poesía griega, debido a su originalidad polifónica y a su carácter único. En la segunda edición de la obra (1963) y en las posteriores, Gatsos incluyó otros dos poemas, “El caballero y la muerte”, referido al grabado de Alberto Durero del mismo título (1513), compuesto entre diciembre y enero de 1940 –aunque editado en 1947–, que podría considerarse el embrión de Amorgós y que surge de la decepción que supuso para Gatsos, gran admirador del genio germánico y de los románticos alemanes, la barbarie nazi. El segundo, “Elegía”, fue publicado en 1946 y se considera un treno fúnebre en memoria del poeta Yorgos Sarandaris, amigo de Gatsos caído en el frente de Albania a sus treinta y dos años.
I
Con la patria cosida a las velas y los remos colgados al viento
Los náufragos se durmieron dóciles como fieras muertas
entre las sábanas de las esponjas
Pero los ojos de las algas están vueltos hacia el mar
Por si pudiera devolverlos de nuevo a tierra el viento del sur
en barcas latinas recién pintadas
Y un elefante perdido vale siempre mucho más que los dos pechos
saltarines de una muchacha
Enciéndanse en los montes los techos de las ermitas
con el afán del Lucero del alba
Ondeen los pájaros en los mástiles del limonero
Con el soplo blanco y firme de su nuevo andar
Y entonces llegarán vientos cuerpos de cisnes que permanecieron
inmaculados tiernos e inmóviles
En las apisonadoras de las tiendas en los ciclones de los huertos
Cuando los ojos de las mujeres se volvieron carbón y se rompieron los corazones
de los castañeros
Cuando la siega cesó y comenzaron las esperanzas de los grillos.
Así que por eso también vosotros valientes muchachos con vino
besos y hojas en la boca
Quiero que salgáis desnudos a los ríos
Para que cantéis la Berbería como el carpintero procura los lentiscos
Como pasa la víbora entre los huertos de cebada
Con sus ojos orgullosos y feroces
Y como trillan los relámpagos los años de juventud.
Y no rías no llores no te alegres
No te ciñas en vano los zapatos como si sembrases plátanos
No te conviertas en DESTINO
Porque no es el águila un cajón bajo llave
No es lágrima de ciruelo ni sonrisa de nenúfar
Ni camiseta de paloma ni mandolina de Sultán
Ni prenda de seda para la cabeza de la ballena.
Es serrucho marinero que despedaza a las gaviotas
Es almohada de carpintero es reloj de mendigo
Es fuego de una fragua que se burla de las curesas y acuna los lirios
Es parentela de turcos festejo de australianos
Es guarida de húngaros
Donde se citan los avellanos a escondidas en invierno
Ven a las prudentes cigüeñas pintar de negro sus huevos
Y ellos también lo lloran
Queman sus camisones y se visten con las enaguas del ánade
Alfombran las calles de estrellas para que pisen los reyes
Con sus amuletos de plata con la corona y la púrpura
Esparcen incienso en los arriates
Para que pasen los ratones camino de otra despensa
Y entren en otras iglesias a comerse los Santos Altares
Y las lechuzas amigos míos
Las lechuzas ululan
Y las monjas muertas se levantan para bailar
Con panderos tambores y violines con flautines y laúdes
Con estandartes e incensarios con plantas y velos
Con el calzón del oso en el helado valle
Comen las setas de los hurones
Se juegan a cara o cruz el anillo de San Juan y el oro del Moro
Se mofan de las hechiceras
Cortan la barba de un pope con el alfanje de Kolokotronis
Se bañan en vapores de incienso
Y después salmodiando despacio entran de nuevo en la tierra y guardan silencio
Como guardan silencio las olas como el cuco al alba como el candil al anochecer.
Así en una profunda tinaja se seca la uva y en el campanario de una higuera amarillea
la manzana
Así con una llamativa corbata
En el toldo de la parra respira el verano
Así desnuda entre los blancos cerezos duerme mi tierno amor
Una muchacha inmarcesible cual rama de almendro
Con la cabeza reclinada sobre el hombro y la mano sobre su dorado cequí
Sobre su ardor matutino cuando sigiloso como el ladrón
Por la ventana de la primavera entra el Lucero del alba para despertarla.
II
Dicen que tiemblan los montes y que se enfadan los abetos
Cuando la noche roe los clavos de los tejados para que entren los duendes
Cuando sorbe el averno el afán espumante de los torrentes
O cuando el flequillo del pimiento se vuelve juguete del bóreas.
Solo los bueyes de los aqueos en los espesos prados de Tesalia
Pacen rollizos y fuertes bajo la mirada del sol inmortal
Comen yerba verde hojas de chopo apios beben agua pura en los surcos
Olisquean el sudor de la tierra y se recuestan después pesados bajo la sombra
del sauce procurando el sueño.
Deshaceos de los muertos dijo Heráclito y vio palidecer el cielo
Y vio en el fango dos pequeños ciclámenes besándose
Y se agachó para besar también él su propio cadáver en la tierra hospitalaria
Como el lobo baja de la espesura para observar al perro muerto y lamentarse.
¿De qué me sirve la gota que reluce sobre tu frente?
Ya sé que en tus labios escribió el rayo su nombre
Ya sé que en tus ojos construyó un águila su nido
Pero aquí en esta húmeda orilla solo existe un camino
Solo un camino engañoso que has de recorrer
Has de zambullirte en la sangre antes que el tiempo te dé alcance
Y vadearlo hasta el otro lado para reunirte con tus compañeros
Flores aves ciervos
Para encontrar otro mar otra ternura
Para tomar por las riendas los caballos de Aquiles
En lugar de permanecer muda en riña con el río
Apedreando el río como la madre de Kitsos.
Porque tú también habrás muerto y tu belleza estará marchita.
Sobre las ramas de un mimbre veo secarse tu camisa infantil
Enarbólala como bandera de vida y amortaja con ella la muerte
Sin que tu corazón desfallezca
Sin que caiga una lágrima tuya sobre esta tierra implacable
Como una vez cayera sobre el helado erial la lágrima del pingüino
De nada sirve lamentarse
La vida será igual en todas partes con el pífano de las serpientes
en el país de los fantasmas
Con la canción de los bandidos en los bosques de los aromas
Con la faca de un anhelo en las mejillas de la esperanza
Con la nostalgia de una primavera en el corazón del autillo
Basta encontrar un arado y una hoz afilada en una mano contenta
Basta solo que florezca
Un poco de trigo para las fiestas un poco de vino para el recuerdo
un poco de agua para el polvo…
III
En el patio del doliente jamás el sol amanece
Solo salen gusanos que se burlan de las estrellas
Solo brotan caballos en los nidos de las hormigas
Y los murciélagos comen aves y orinan esperma.
En el patio del doliente nunca se pone la noche
Solo el follaje vomita de lágrimas un torrente
Cuando pasa el diablo para cabalgar a los perros
Y los cüervos chapotean en un pozo de sangre.
En el patio del doliente el ojo se le ha secado
Helósele el sentido y el corazón se le hizo piedra
Cuelgan carnes de sapos en los dientes de las arañas
Chillan langostas hambrientas a los pies de los vampiros.
En el patio del doliente le crece una negra hierba
Solo una noche de mayo lo atravesó un airecillo
Un andar liviano, lo mismo que tiritar del campo
Un beso de la mar, la de adornos espumeantes.
Y si sientes sed de agua una nube exprimiremos
Y si es de pan tu hambre un ruiseñor degollaremos
Aguarda solo un poco que se abra la ruda silvestre
Que resplandezca el negro cielo y florezca el gordolobo.
Pero era brisa y se marchó, alondra y fue a perderse
El rostro de mayo era, la blancura de la luna
Un andar liviano, lo mismo que tiritar del campo
Un beso de la mar, la de adornos espumeantes.
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